Como ya he recogido en otras entradas, la puerta de acceso de las mujeres a la vida pública, entendiendo por tal la política, es mucho más estrecha y baja que la de los hombres, y sus dimensiones se encojen aún más si le sumamos circustancias como juventud, matrimonio e hijos, tal como recoge hoy el artículo de opinión de
El Pais.
Es una tendencia contra la cual últimamente tenemos la suerte de contar con algún ejemplo, como la actual vicepresidenta y la ministra de defensa o la candidatura conservadora en las elecciones estadounidenses (no exento de polémica en cuanto que su elección se dice que se debe a la atracción de sectores sociales minoritarios), pero en general la tendencia se cumple, es más que cierto que la carrera política es un cúmulo de obstaculos para aquellas que se aventuran , los años en los que se puede despuntar (como en tantas carreras profesionales, tampoco lo olvidemos) suelen coincidir con las de mayor carga personal y familiar (niños pequeños), y desde luego si hay que hacer malabarismos con las jornadas laborales, si éstas se alargan en viajes, reuniones a horas tardías y trabajo en días festivos, la cosa puede ser caótica.
Es triste tener que recurrir a imperativos legales como la cuota por género (aunque yo abogo por una relación en función del género de la afiliación más que en términos del 60-40, pero cuota sería no obstante), pero hasta que el reparto de tareas dentro y fuera del hogar sea más igualitario, me temo que no va a quedar más remedio, pese a que es una medida con la que cuenta más opositoras que opositores, dado que parece que tenemos menos valía al recurrir nuestra participación en eso, hay que entenderla como una forma temporal de asegurarnos que los peldaños de nuestra escalera de ascenso tengan la misma altura.