Ayer me emocioné profundamente al ver dos noticias en la televisión, ambas las había leido antes en la prensa web pero reconozco que en ambos casos las imágenes del reportaje en la televisión me causaron un impacto emocional enorme.
La primera de ellas, la liberación de Ingrit Betancurt, la felicidad que se reflejaba en sus ojos después del encuentro con sus hijos serán de las imágenes que recuerde en años, ¡no me puedo imaginar lo terrible que debe de ser una separación formada de más de seis años de los tuyos! y la desesperación acumulada día tras día en la selva y sin embargo en sus primeras palabras no ha habido ni un ápice de rencor, sólo un deseo de paz y su deseo de que el resto de los prisioneros sean liberados.
La segunda, la separación de dos siamesas en Sevilla, casos inusuales pero que a mi siempre me conmocionan (aún más desde que soy madre de dos niñas gemelas, por supuesto), un montón de horas de quirófano, decenas de especialistas y dos vidas maravillosas por delante.
Ambos hechos constatan que la vida y la libertad también está en manos de los hombres, que somos capaces de hacer cosas horribles y casi auténticos milagros, somos capaces de hacer que la vida de los demás sea buena y muy mala. Está en nuestras manos. Es nuestra elección.
No quisiera olvidar en estas lineas por tanto a los cientos aún secuestrados por la guerrilla colombiana, algunos llevan más de 10 años, ni por supuesto a los millones de niños que mueren cada día en el mundo por no poseer atención médica adecuada. La comunidad internacional no debe olvidarles. Pongamos nuestro granito de arena en ese recordatorio pués.
La primera de ellas, la liberación de Ingrit Betancurt, la felicidad que se reflejaba en sus ojos después del encuentro con sus hijos serán de las imágenes que recuerde en años, ¡no me puedo imaginar lo terrible que debe de ser una separación formada de más de seis años de los tuyos! y la desesperación acumulada día tras día en la selva y sin embargo en sus primeras palabras no ha habido ni un ápice de rencor, sólo un deseo de paz y su deseo de que el resto de los prisioneros sean liberados.
La segunda, la separación de dos siamesas en Sevilla, casos inusuales pero que a mi siempre me conmocionan (aún más desde que soy madre de dos niñas gemelas, por supuesto), un montón de horas de quirófano, decenas de especialistas y dos vidas maravillosas por delante.
Ambos hechos constatan que la vida y la libertad también está en manos de los hombres, que somos capaces de hacer cosas horribles y casi auténticos milagros, somos capaces de hacer que la vida de los demás sea buena y muy mala. Está en nuestras manos. Es nuestra elección.
No quisiera olvidar en estas lineas por tanto a los cientos aún secuestrados por la guerrilla colombiana, algunos llevan más de 10 años, ni por supuesto a los millones de niños que mueren cada día en el mundo por no poseer atención médica adecuada. La comunidad internacional no debe olvidarles. Pongamos nuestro granito de arena en ese recordatorio pués.
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